He bajado del monte para decir...

Si bien las cosas no están para cosas, escribo igual.

Hace rato que no tenia el tiempo (excusa) ni las ganas (verdad) de escribir.

Es bueno hacer pensar a la gente que uno esta ocupado y que uno puede respirar sin estas cosas.

A la luz de los hechos soy solo un pariente más de la vieja "bisagra" del pasaje, mas cerca de la familia Miranda de lo que me gustaría, simplemente un sapo.

Un sapo de aquellos detallistas y metódicos, la especie menos común de los batracios citadinos, entrenado y forjado en el mejor y más productivo de los biomas, el Block. Ese conjunto habitacional (que nombre mas acertado) normalmente de 3 pisos y 5 departamentos por piso, de bellos tonos ladrillo y pizarreño.

Se despertaba con el suave canto de tu vecina gritandole a la de enfrente la última "shanshá" de la señora del Panadero, matizando el cahuín con alguna que otra "pildorita" del block. Los cordeles de ropa iban de extremo a extremo, los helechos, malasmadres y gomeros adornaban los pasillos, una que otra catita cantaba, muchos y quizás demasiados perros ladraban.

Recuerdo que una vez pusieron unos juegos en la plaza, duraron solo esa noche.

Una que otra vez un circo pobre en la multicancha, zapatos por pelotas plasticas de colores, pichangas de 20 por lado, cumpleaños sin regalos.

Los domingos en la mañana eran de Juan Gabriel o de las Pandoras, enceradoras varias y feria libre, me levantaba temprano para ir a los cachureos, nunca volvi con nada pero me la recorria entera.

Los eventos sociales estaban llenos de challas y guirnaldas de papel confort, las niñas se vestian de blanco para la primera comunión, una vez vi un casamiento en la multicancha, una vez vi un tipo muerto en navidad.

Fue bueno mientras duró.